sábado, 18 de abril de 2009

cumpleaños nº 39


Suena el estribillo de una canción: "sirena vuelve al mar, varada por la realidad".

Ella también la escuchaba, cuando era sirena, pero ahora lloraba sobre la arena entre los restos de su naufragio. Hoy era su cumpleaños y había decidido, otra vez, que ya no quería ser más una sirena. Había estado nadando toda la noche para buscar una playa solitaria. La confusión se acomodaba en el ánimo, y en el alma la desazón por dejar que aquella idea se marchitara sola. Se secó una lágrima que resbalaba por su mejilla, pues nunca antes se había atrevido a interrumpir en el tiempo aquel viaje por donde escapa la vida. Su juventud había caído vencida. La batalla perdida la obligaba a arrastrarse por los recuerdos como podía.
Una botella en la arena. Un trago rápido, para emprender el descenso de su castillo de naipes y garantizar, con un ebrio espejismo, que se embarcaba con alegría en la aventura de traspasar aquella encrucijada sin sentido. Otro trago, el penúltimo porque apenas quedaba. Se le escapaba la vida engullida en un agujero negro entre remolinos de recuerdos que se yuxtaponían y no cuadraban, pues había olvidado aquello que no podía soportar. Sorbió las últimas gotas que quedaban, para celebrar el triunfo del ego personal con el que practicaba un jaque mate, en el tablero donde se mantenía en tablas la partida entre la cobardía y la soledad.
¿Soledad? 39 años llenando espacios vacíos, moviéndose en la zona prohibida donde todo se iba adentrando en la bruma que ocultaba lo que era y lo que parecía ser. Sentía que el mar ya no era su casa. Dentro y fuera de su cabeza todo aparentaba ser armonía, en un equilibrio simulado donde autoengañaba a todos sus sentidos.
Un paso más, se dijo para animarse. Ahora tenía pies, pero a duras penas caminaba erguida sobre la arena. Desnuda. Recordaba la última frase leída hacía un instante, cuando todavía quería ser sirena y aún le quedaban unas últimas palabras para nombrar lo que la hacía huir y la había escupido hasta allí.
Deseaba alcanzar su sueño, pero éste la miraba a través de la estela que dejaba en el mar, ignorándola. La dejó atrás, y su sueño se hizo pedazos estampándose contra las rocas de la realidad. Lo único que se salvó del naufragio es, a pesar de nada, que todo permanecía inalterable. El único consuelo que le quedaba es que este trance pasara pronto y pudiera regocijarse de nuevo en el comienzo de algo que al final no sucumba con ella y se pierda en este periplo interminable. Exhausta, se desplomó sobre la arena, como goliath vencido por david. Contando los minutos que ya no tenía para volver al otro lado, se vio a sí misma al final de todos los recuerdos que habían pasado por su cuerpo.
Sirena varada, pronto el mar volverá a ser tu dueño, como hasta ahora lo había sido, incesante renacer de olvidos que riza la brisa con su aliento y arranca la espuma en las olas del recuerdo. Fuera del mar parece que nada exista. Tendrás que reinventarlo, pero ya no queda tiempo...

Y la canción sigue: "como un laberinto de incertidumbre, esquivas la pesadilla"...

Duerme sirena, mientras aún seas cuerpo pero sigas siendo pez, no tengas prisa pues el mar siempre te espera. Y cuando despiertes, en un instante, en casa otra vez...

2 comentarios:

drLove dijo...

me he quedado sin palabras…pero resuena el mar en la lejanía. Escúchalo tú, sirena dormida en la playa, él hablará hoy por mí.

helga dijo...

el rumor de las olas es una nana que acompaña mis sueños
:)