martes, 28 de febrero de 2012

PaseoS UrbanoS

Tras su largo letargo invernal, se lanzó a las calles en un intento de continuar su periplo desde el mismo punto en el que lo detuvo, cuando decidió hibernar acurrucada frente a la ventana. Tantos años al sol delante de aquel ventanal había producido la tan temida metamorfosis, convirtiéndole en un inofensivo vampiro diurno sin pena ni gloria, lo que le permitió integrarse en este nuevo y caótico entorno.

Tras asumir este cambio con gran entusiasmo, pues estaba hastiada de tanto acecho nocturno para satisfacer su sed de sangre caliente (hasta tal punto que, curiosamente, su sed dio un giro inverosímil hacia la limonada fría) escogió el barrio de Gracia por el que hacía siglos que no transitaba. Vaso en mano y gafas oscuras, inició su paseo desde la calle Asturias. Mientras sorbía la pajita de la limonada observó detenidamente el suelo y descubrió miles de diminutas incrustaciones blancas en el asfalto, que a simple vista podrían ser piedras...o chicles enganchados, y le pareció divertido imaginar que cada transeúnte, con los que se cruzaba, depositaba allí su chicle mascado para colaborar en aquella especie de decoración urbana.

Dejó de sorber la pajita y sacó de su bolsillo un paquete de chicles, desenvolvió uno y lo introdujo en su boca. Mascó unos minutos para darle consistencia antes de tirarlo sobre aquel tapiz improvisado en el asfalto, pero cuando sacó el chicle de su boca y lo miró detenidamente entre los dedos le pareció una marranada. Así que lo tiró en la papelera más cercana, dio media vuelta (caminando de puntillas para no llevarse nada enganchado en la suela de sus sandalias) y subió al metro para regresar a su letargo frente al ventanal, del que no debería haber salido...al menos todavía.