Órbita de llanto, siluetas borrosas,
una mano en los ojos, la otra gritando,
palabras de luz, apresuro el paso...
para buscar un rincón o una penumbra
detrás de una mirada apagada,
de una sonrisa amarga,
una luz que se desvanece y un murmullo que no calla.
Moja mi alma yerma con lágrimas de fuego
quemando mi esperanza, aumentando la agonía;
mas siento el frío como corre en mi sangre
y pasa desolando un corazón entumecido.
Viejo y cansado reloj de la alegría
con mi aliento yo te arropo,
cual manta que arropa a un niño,
mas ese frío que no cesa
sube y baja por mis venas
y una lluvia de plata adormece mi pena
y me acuna en sus brazos para que sueñe
rojos frutos de algodón que despierten mi vida:
callada, aprendida, desconocida.
Sabor de cielo queda en los labios,
olor de amor que nunca huelo,
viaje al mundo de los lamentos:
odio, lucha, muerte, fuego;
nada cambia en el infierno, nada cambia en mi sueño;
encanto submarino, odisea de secano,
avaricia de estar contigo, celosa de estar a tu lado
con esta locura que tengo por saber cuánto te he amado.
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