jueves, 5 de octubre de 2006

UN ESPEJO SIN REFLEJO

Tantas cartas escondidas en un cajón, escritas al azar, dirigidas a ti.
Tantos recuerdos que aún perduran y que hoy empiezo a olvidar, alimentados por la gula de volver a empezar.
Siempre comienzo y quiero tener lo mejor, pionera de mis sueños,
cabalgando tras ellos pero sin alcanzarlos. Y es que son sueños, sólo sueños, ilusiones de una mente que no sabe a donde ir, de un cuerpo extraño que vaga por la entrada de la vida pero sin atreverse a entrar, por miedo a pasar y a caer, de nuevo a caer y a sufrir, pero en definitiva, eso es vivir.
Tantas veces lo pruebo, cegada en el intento, que caigo en los errores, siempre en todos, aunque no quiera hacerlo.
Y es que no puedo corregirlos porque allí estás tú; no te veo pero te imagino; no te conozco pero te quiero.
Soy incapaz de escribir algo bonito y dulce, que me reconforte después, pero es un desahogo que me alivia el dolor, que evita mi llanto de desesperación.
Y en el mismo espejo me sigo buscando y no me reflejo porque busco algo que no encuentro.
En tu música suave me pierdo y vuelvo a ser yo, aunque me desprecio.
Montañas que me cobijan pero detrás de las que no veo que sigues allí esperando en mi sueño, para cobrar vida en mi deseo, ocultando todos los defectos que evitan nuestro encuentro.
Y llueve, siempre llueve en mis sueños, y brilla el sol a lo lejos,
iluminando en penumbra todo lo que veo, con el gris de la amargura de seguir viviendo, porque sin ti no quiero hacerlo si no te tengo.
Cruzado desconocido, yo te espero. Envaina tu espada que no te reto; simplemente ven y al calor de tu capa cabalgaré contigo para buscar lo que quiero, aunque lo tenga delante y no pueda verlo.
Guía mis pasos y con un beso dime adiós; bueno, sólo hasta luego.