lunes, 4 de junio de 2018

CosturaS

Hacía horas que permanecía en la misma posición simulando que dormía. Las costuras de su ropa interior, que hasta ahora se habían mantenido cosidas a los recuerdos inocentes de su infancia, se hundían levemente en la piel de su cadera izquierda, enrojecida la carne en el trazo imperfecto de la costura que la estigmatizaba.
El silencio de la madrugada invadía la estancia y, no obstante, a sus oídos se le antojaba como un susurro, casi imperceptible, semejante a un latido improvisado, como si un corazón ajeno se hubiese instalado entre el relleno del almohadón sobre el que descansaba.
Trataba de soñar despierta, para así burlar y confundir a su atrevida imaginación, intentando demostrarse que no se equivocaba. La invención de unas reflexiones arriesgadas incluso para su osada intuición, provocaba un simulacro de ideas, tal vez insensatas, que recorrían lentamente la habitación, desfilando como espectros que le desconcertaban y le impedían dormir.
Le abrumaba esa extraña sensación de que algo estaba cambiando, no por malo sino por el hecho de ser algo nuevo que no controlaba y escapaba del alcance de su razonable comprensión.

Con el costado izquierdo entumecido, decidió poner fin a la retahíla de incoherencias que el desvelo hacía horas le había inducido a hilvanar. Se sacudió la pereza con el propósito de abandonar el insomnio entre las sábanas y la certeza de tomar la decisión correcta, con la incertidumbre de no saber qué hallaría en los abismos de aquella mente extraña, y a la vez tan familiar, que le hacía sentir como si estuviese en casa.