martes, 8 de enero de 2008

nolugar ... todavía


Creo que no debería juzgar la moralidad ajena, porque podría ser la propia. Cuando nacemos no somos nada, sólo “alguien en proyección”, un gran espacio en blanco en el que se van quedando las improntas que cada persona quiere dejar. Un pelele a merced de la moralidad ajena, puesto que la propia aún no existe. Se nos dota a la fuerza de datos, información y maneras a medida del otro, adquiriendo con convicción su ideología como propia, y crecemos creyendo que ésa es la correcta, o no… y sin embargo de ello depende que la personalidad forjada decida qué aporta y qué adopta, descartando lo demás.

No se entiende que se nos enseñe a distinguir entre bueno y malo, y se nos tenga que educar “teóricamente” en la diplomacia para no herir a otro. ¿Y la parresía? Normalmente no se dice todo cuanto se tiene en mente. No se debería ocultar nada, y sin embargo la hipocresía es una constante.

No se entiende que no se nos eduque en la soledad del individuo independiente. Disponemos de suficientes conocimientos tecnológicos y económicos para hacernos autosuficientes hasta que ya seamos prescindibles. Y sin embargo pretendemos ser eternos.

No se entiende que no se nos eduque en la libertad: para escoger, para hablar, para amar... Cómo uno quiera, con el compromiso que cada uno permita y quiera adquirir para con los demás. O sin compromiso, porque se nos debería educar en un orden individual pero respetuoso y responsable para organizar un único colectivo, ideal, igual para todos, sin dependencia afectiva, con la libertad de escoger y poder elegir qué queremos, cómo lo queremos y durante cuánto lo queremos. Sin más.

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