lunes, 1 de octubre de 2007

El "Tocata"


Después de casi 30 años vuelvo a tener un tocadiscos en casa. Lo miro y me entra nostalgia. Y de lo más hondo de mí sale un sonoro suspiro. Mientras se desliza el brazo del giradiscos para descansar suavemente sobre la superficie brillante de vinilo, me traslado a otra dimensión pasada.
Cierro los ojos y, escuchando ese viejo y familiar sonido de la aguja navegando por los surcos, revivo aquellas noches con mi hermana, cuando la excitación por la novedad de poseer un (cutre) tocadiscos portátil -que podía funcionar con pilas y en el que la propia tapa hacía las veces de altavoz- nos hacía sentir las niñas más modernas de la ciudad.
Recuerdo aquellas noches escondidas bajo la cama, en penumbra con la linterna colgada del somier, tumbadas en el suelo mientras nuestras almohadas usurpaban nuestros cuerpos bajo las sábanas por si mamá entraba a comprobar que ya nos habíamos acostado y apagado la luz.
Recuerdo aquel diminuto aparato de color azul y blanco, con el volumen al mínimo -lo justo para no oir el arrastre de la aguja- escuchando “Yo soy aquél” de Raphael mientras mamá y papá dormían. ¡Ah! Qué gran canción para unas enamoradizas de todo ídolo que cantase al amor.
Hasta donde mi memoria alcanza, recuerdo haber visto siempre en casa de mis padres aquellos “singles” color naranja de Mirinda, y aquellos discos que regalaba Fundador... bueno, aún los veo cada vez que abro el trastero.
En fin. Para qué tanta tecnología moderna y tanta era digital alrededor intentando mejorar lo que ya es bueno. Bendito dinosaurio tecnológico:: resulta que un simple “tocata” me ha transportado a los años 70 para redondear lo que para mí ha sido hoy un día perfecto.

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